domingo, 5 de septiembre de 2010

Instrucciones para robar un diamante | ELESPECTADOR.COM

Instrucciones para robar un diamante | ELESPECTADOR.COM: "Instrucciones para robar un diamante

Por: William Ospina

HAY GENTE A LA QUE LE GUSTA ROBAR cosas pequeñas. Diamantes, por ejemplo. Son fáciles de esconder, y sus dueños pueden no darse cuenta de que se los han robado hasta cuando es demasiado tarde. No carece de astucia el que escoge robar esas gemas cuajadas de luz, y tan portátiles que no es difícil hacerlas pasar por retenes y fronteras.

En cambio hay gente paradójica que escoge robar cosas tan grandes que nadie sabría qué hacer con ellas. No hablo de jarrones Ming, ni de alfombras, ni de elefantes. Hablo de bienes más grandes aún. Hablo de la más atrevida, la más temeraria, e increíblemente la más exitosa entre nosotros de las formas del robo. Ese bien que aquí se roba amplia y persistentemente, con toda eficacia y sin consecuencias para el ladrón, es la tierra.

Al comienzo no sólo la robaban. Bastaba que tres ladrones se unieran, bastaba que uno de ellos fuera capellán y el otro notario, y declararan, porque les convenía, que los dueños de aquellas tierras eran infieles y antropófagos, y las tierras pasaban inmediatamente a sus manos, bajo el sello protector de la corona y bajo la segura bendición del santo papa. La cosa ni siquiera se llamaba robo y no había que ocultarla.

El método era tan perfecto que los ladrones, a los que se les daban nombres más respetables, no sólo pasaban a ser dueños de la tierra sino dueños de todos los anteriores propietarios que esa tierra tenía, y que en adelante debían encorvarse para siempre sobre los surcos a tributar su sudor y su vida ante esos nobles adalides de la civilización que habían venido a redimirlos de la barbarie.

Así fue en los orígenes. Y aunque el sistema fue cambiando con los tiempos, no podemos decir precisamente que se sofisticara. También las guerras civiles solían dejar las tierras de los derrotados en manos de los triunfadores, y oportunas autoridades emitían enseguida los títulos correspondientes.

No es que el robo haya venido a hacerle trampa a la ley: con el robo llegó la ley y se entronizó. Muy a menudo eran los encargados de aplicar las leyes quienes cometían el delito y lo legitimaban. Imagino que a las facultades de Derecho les causa tanta consternación leer la minuciosa historia de nuestra injusticia que prefieren no pensar en ello. Por eso no vemos hoy grandes debates sobre el modo como ha sido profanado siempre en nuestro suelo el derecho de propiedad: casi tanto como el derecho a la vida.

Por allá en los años treinta se empezó a hablar de la necesidad de una Reforma Agraria. Pero los tenientes de la tierra no sólo habían sido hábiles a la hora de obtenerla: se mostraron más hábiles aún a la hora de defenderla, y la legalidad tan profanada por ellos o por sus respetables antepasados se volvió su disciplina favorita, para ejercer la legítima defensa contra toda amenaza liberal.

Y llegaron los temibles y rojos años cincuenta. Y en vez del éxito de la Ley de Tierras de López Pumarejo, y en vez de la reforma tan cantada, Colombia vivió esa espantosa contrarreforma agraria que se llamó La Violencia, que cambió el mapa de la propiedad, precisamente allí donde estaba la principal riqueza nacional, la zona cafetera. Muchos teóricos preguntaban por qué maldición la violencia se ensañaba con tierras tan hermosas y fecundas. Sin embargo, era fácil ver cómo coincidía el rastro rojo de la sangre con el rastro rojo de los frutos en las ramas.

Después de aquello, de nada se habló tanto en Colombia como de la Reforma Agraria. Pero un magistral Congreso de terratenientes se encargó de impedir, por siempre y siempre y siempre, que aquella reforma llegara. De pronto, en los años ochenta, otro cambio ocurrió en nuestros campos. ¿Llegaba por fin la Reforma Agraria que aclimataría la paz, que honraría la vocación agrícola del país, que por fin les haría justicia a los campesinos tan maltratados, tan expulsados?

No: nuevos terratenientes venían por el resto. Los campesinos que quedaban en nuestros campos fueron arrojados a las ciudades, y no precisamente a trabajar en la industria, porque ya la industria había sido sustituida por dos grandes renglones de la economía, el tráfico de drogas y el lavado de activos. Sus hijos no tendrían opciones laborales por fuera de esos florecientes y violentos negocios.

En un país donde la más antigua tradición es el despojo de tierras, resulta asombroso oír hablar de la intención de devolver la tierra a sus propietarios. La más reciente oleada dejó millones de hectáreas productivas en otras manos. ¿Cómo irán a hacer para arrebatarles las tierras a sus actuales dueños y devolvérselas a los campesinos desplazados? La generosa intención no puede olvidar que estamos en un país donde la voluntad de los terratenientes se confundió siempre con la ley.

Desde el comienzo de nuestra historia, cierta gente se acostumbró a robar algo que no es posible llevarse para ninguna parte, que tiene que permanecer allí donde estaba. Se acostumbró a cometer robos que no es posible ocultar, a robar lo que enseguida se advierte que ha sido robado. ¿Cómo lo hacen? ¿Y cómo logran que esos robos sean enormes, persistentes, eficaces e impunes? El que logre explicarlo habrá llegado al alma de nuestra sociedad, a la clave de nuestra identidad, al secreto mejor guardado de nuestra nación.

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William Ospina

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Impunidad a la vista | ELESPECTADOR.COM

Impunidad a la vista | ELESPECTADOR.COM: "Impunidad a la vista
Por: Felipe Zuleta Lleras

NO ACABAN DE ESCANDALIZARME los mal llamados falsos positivos cuando más los conocemos a fondo. El caso de los hermanos James de Jesús y José Antonio Agudelo, con su trabajador Javier Enteno Acuña, es otro ejemplo atroz.

Los tres fueron asesinados por soldados del Ejército, y por instrucciones de un capitán Ovalle, comandante de la compañía Bayoneta, y un teniente Mora, comandante de la Compañía Apolo. Las víctimas simplemente habían ido a buscar a los soldados para preguntarles por qué mataban su ganado, cosa que había hecho en forma reiterada el teniente Mora. En vez de responderles y protegerlos como lo ordena la Constitución, el Ejército los emboscó en la tarde del 30 de noviembre de 2006, en el Municipio de Vista Hermosa (Meta), los hizo vestir como guerrilleros, con prendas que habían incautado a la guerrilla días antes, les pusieron en las manos unos fusiles AK 47 que también habían incautado y 'el soldado Caballero ejecutó a uno de ellos' siguiendo instrucciones de sus superiores, relata un testigo.

Sus cuerpos fueron trasladados a Granada (Meta), en donde fueron enterrados los tres en una fosa común como N.N. Por presión de los familiares, seis días después y luego de reconocer la identidad de las víctimas, éstos lograron que les entregaran los cuerpos. Varios interrogantes surgen al conocer esta macabra, dolorosa y repugnante historia: ¿qué hicieron los soldados con los documentos de sus víctimas? ¿Y sus pertenencias? ¿Para qué enterraron los caballos en los que se transportaban los hermanos Agudelo? ¿Por qué los enterraron en una fosa común y no en fosas individuales como lo ordena la ley? Y óigase bien: este caso va a quedar en la impunidad porque está siendo investigado por la justicia penal militar.

Es precisamente por estos casos, y todos los demás que van a quedar en la impunidad, que debemos llevar a Álvaro Uribe Vélez ante la Corte Penal Internacional para que responda por las conductas delincuenciales del Ejército cuando él era comandante en jefe de las FF.MM. Esto por cuenta de la actitud indolente de nuestra justicia.

Hablaba en estos días con un ex magistrado chileno que abrió 99 causas penales en contra del ex dictador Pinochet y me decía que jamás había visto una cosa igual a la de los falsos positivos. Y créanme que cuando uno se adentra a conocer al detalle las atrocidades que se cometieron por parte de quienes intervinieron en esos asesinatos, más se compromete con las causas de todas las víctimas de los crímenes de Estado sistemáticos cometidos durante el gobierno de Uribe Vélez. No lo dejaremos descansar hasta que pague por cada falso positivo. ¡Paz en la tumba de los hermanos Agudelo y de Javier E. Acuña!

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Notícula: Qué vergüenza la actitud del Fiscal General frente a la fiscal Ángela María Buitrago, quien llevaba casos como el de Guillermo Valencia Cossio y los delitos que involucran a José O. Gaviria y a Francisco Santos. El crimen sí paga.

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Volver a España | ELESPECTADOR.COM

Volver a España | ELESPECTADOR.COM: "Volver a España

Por: Héctor Abad Faciolince

HACE DIEZ AÑOS QUE NO VOY A ESPAña. Me han invitado a ir varias veces, pero nunca he aceptado ninguna invitación. Me han pedido que viaje para dar charlas, hacer talleres, asistir a un congreso de escritores... Una vez me dijeron que le darían un premio a un libro mío, con una única condición: tenía que ir a recibirlo allá. Me negué. Siempre me he negado por un asunto de palabra empeñada, de íntima convicción y de terquedad.

En cuanto a la palabra empeñada, la historia, que a casi nadie le importa y que muchos ni siquiera recuerdan (ni en España ni aquí), es la siguiente: un grupo de escritores y artistas colombianos firmamos una carta, dirigida al jefe de Gobierno español, diciendo que no volveríamos a España si ese país nos imponía una visa. El visado lo impusieron, pero casi todos nuestros compañeros firmantes regresaron a España poco tiempo después: García Márquez, Álvaro Mutis, Fernando Botero, William Ospina… Durante estos diez años hemos quedado sólo dos tercos: Fernando Vallejo y yo.

Recuerdo que en aquella ocasión 190 intelectuales españoles firmaron otra carta, apoyándonos. Fue nuestro único éxito. Fernando Vallejo, cuando la carta ya había sido enviada, llamó a decir que retiraba su firma, porque lo había pensado bien y no estaba de acuerdo: España, según él, no tenía por qué recibir a una manada de bandidos, que es lo que en general somos, para él, los colombianos. Sin embargo ha sido consecuente con aquella firma.

Después de estos diez años de inútil ausencia, en los que muchas veces me he sentido como un exiliado español que sueña con ver Granada o Lanzarote, he resuelto que no vale la pena empeñarme más en una quijotada que me hace daño sólo a mí. Tengo un motivo personal para volver: mis dos únicos hijos, como si no hubiera más sitios adonde ir en este mundo, han resuelto que nada mejor que España para estudiar y vivir. Como cualquier padre aprensivo, yo quiero ver dónde viven, y cómo, y con quién. Quiero poder estar a su lado si están tristes o enfermos. A ningún español le importa un carajo que yo vaya o no vaya a su país. A casi ningún colombiano le afecta que un escritor tozudo se niegue a aceptar invitaciones a España por preservar la dignidad de su país.

Sigo creyendo que España se equivoca al imponernos una visa a los que somos, en cierto sentido, sus parientes. Somos también sus herederos lingüísticos, culturales y religiosos. Europa se está despoblando de nativos, las europeas están en huelga de hijos. Al paso que van, en el año 2100, ya casi no habrá población nativa española, italiana ni alemana. Ellos serán reemplazados por los inmigrantes de Asia y África, por su mayor fecundidad. Si quisieran preservar eso que los antropólogos llaman identidad, más les valdría recibir colombianos que hablan español y le rezan a la Virgen, que musulmanes que hablan árabe e invocan al Profeta. Nuestro mayor y más valioso producto de exportación es gente, manos, personas dispuestas a hacer bien los trabajos más humildes: a cuidar los ancianos, a barrer la basura, a cargar las maletas, a recoger las naranjas. Y a soñar con el estudio y un futuro mejor, en la tierra de los antepasados. Nos deberían recibir, así como nosotros recibimos a millones de españoles cuando ellos eran los condenados del mundo.

Vuelvo a España. Quiero ver a mis hijos, quiero estar con ellos, quiero volver a probar la comida y el vino que más me gustan y volver a ver el cielo de Madrid, donde una vez fui feliz. A los diez años casi todos los delitos prescriben. He hecho un sacrificio muy largo; me he exiliado durante un decenio del país que más quiero, después de Colombia. “Hacer un voto es un pecado más grave que romperlo”. Prometer es una irresponsabilidad. Sé que no tengo que dar explicaciones por un acto privado. Me las doy a mí. Me estoy convenciendo a mí mismo de que puedo permitirme esta traición a mi palabra, diez años después. No aguanto más; vuelvo a España; la sangre me llama.

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Héctor Abad Faciolince



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Los verdes: biches y extraviados - Artículos de Opinión - Columnistas - ELTIEMPO.COM

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Los verdes: biches y extraviados

Terminados los ocho años durante los cuales su ectoplasma copó todos los rincones y todos los segundos de Colombia, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez prácticamente se esfumó. '¿Uribe? ¿Cuál Uribe?', preguntaba hace poco una caricatura de Vladdo. Hoy es Santos quien llena el espacio vacío.

Sin embargo, otro protagonista político se evapora con mayor rapidez que el ex mandatario, y es el Partido Verde (PV). Esa dinámica agrupación, que sembró una esperanza y prometía poner bocabajo la historia nacional, anda encogida y extraviada. Empezó a volatilizarse en plena campaña, hasta reducir su liderazgo, que pasaba del 40 por ciento, a un 28 por ciento frente al 69 por ciento de Santos. Aún así, 3,6 millones de votos no son moco de pavo y el PV cuenta, además, con cinco senadores y tres representantes. El problema es que el pavo se volvió un modesto pichón indeciso, desorientado y enfermo, pues lo aquejan divisiones y virus que creíamos privativos de la vieja política nacional.

Modesto: la tempestad de correos, twitters y mensajes a favor de los verdes que nos bombardeaba desapareció por completo y la presencia del PV en los medios es escasa.

Indeciso: a Antanas Mockus, jefe natural de la colectividad, le censuran que, pasadas las elecciones, quedó en 'pausa'. No asumió el liderazgo de la oposición ni empuñó las banderas para la mitaca del 2011. Él dice que 'las decisiones deben ser rápidas, pero no precipitadas'. La diferencia semántica puede significar la muerte del enfermo. La única señal de vida reciente del PV es el nombramiento de Lucho Garzón como presidente y vocero.

Desorientado: Mockus nunca ha sido muy claro en materia de ideologías, pero leo algo que me deja atónito: cuando se disponía a viajar a un encuentro internacional de partidos verdes en Europa, deshizo las maletas porque descubrió que estas colectividades son de inspiración ecologista y de izquierda. Si no sabía esto, no sabía nada.

Finalmente, el PV empieza a padecer males clásicos de nuestra peor política, como el nepotismo y la división interna. Algunos militantes acusan a Mockus de tratar de imponer a su cónyuge como candidata a la alcaldía de Bogotá. Él lo niega, pero se resiste a que veten su nombre y afirma que si ella quiere lanzarse tiene derecho a hacerlo (Gustavo Petro la apoya).

Lo más grave es que está rota la alianza del PV con Sergio Fajardo (Compromiso Ciudadano), cuya candidatura vicepresidencial dio nuevos aires al movimiento. En una primera y curiosa carta a sus seguidores (7 de julio), Fajardo señala que la culpa del súbito declive del partido en la campaña se debió a un accidente ciclístico. Copio: 'Estábamos felices, sentíamos una emoción indescriptible y soñábamos con alcanzar la Presidencia. En la mañana del día siguiente me accidenté en mi bicicleta. Y comenzó otra historia.' En la segunda carta (18 de agosto) informa sobre su cita con los jefes del PV en Bogotá y, después de mencionar algunas descortesías de que fue objeto (no respondieron un mensaje suyo, le ofrecieron menguada participación directiva y tardaron en reunirse con él), llega a una triste conclusión: 'estamos biches'.

Razón no le falta: un partido que pierde las elecciones por un porrazo de bicicleta, que se sienta a filosofar encima de 3,6 millones de votos y que acusa precoces síntomas de ruptura interna, está biche.

Yo lo lamento, sobre todo por la frustración que significa para millones de colombianos que atisbaron en su color una verde esperanza. No veo que el PV tenga arrestos para encabezar una oposición recia y seria a un gobierno que necesita -y pide- controles y fiscalización. ¿Será que, como dijo el poeta, el PV no fue sino efímeras 'verduras de las eras'?

ESQUIRLAS. 1) La muerte de 14 policías a manos de las Farc no es solo una barbaridad, sino un total desatino político, cuando su jefe hablaba de dialogar. 2) Aparece un libro que rescata textos de Crónica, legendaria revista del Grupo de Barranquilla. La iniciativa fue de Tita de Cepeda, el trabajo del incansable Jacques Gilard (q. e. p. d.) y la edición de la U. del Norte.

Desde hace varios años, el autor del texto recibe comentarios a su columna en cambalache@mail.ddnet.es
Daniel Samper Pizano

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