lunes, 5 de abril de 2010

La cuestión agraria hoy | ELESPECTADOR.COM

La cuestión agraria hoy | ELESPECTADOR.COM: "La cuestión agraria hoy

Por: Salomón Kalmanovitz

EL PROBLEMA FUNDAMENTAL DEL campo colombiano es el conflicto interno que, a su vez, se financia con el narcotráfico.

Los contendientes han vaciado de población muchas regiones del país, cuyo número se estima conservadoramente en 3,5 millones de campesinos pobres y medianamente ricos, hoy convertidos en habitantes errantes de las ciudades. Ellos dejaron de explotar intensivamente cerca de 700.000 predios, siendo una de las razones para el evidente estancamiento económico de la agricultura durante los últimos ocho años.

La primera demanda de esta sociedad rural devastada es el retorno de la legalidad, la retoma del control territorial por el Estado no sólo con sus fuerzas de seguridad sino también con sus jueces y sus programas sociales. Una vez asegurado el territorio, se pueden devolver a sus dueños legítimos las propiedades que les usurparon los grupos ilegales.

Una segunda necesidad es el reparto de las tierras de los narcos que pueden representar 5 millones de hectáreas de tierras de buena calidad y que están lamentablemente subexplotadas. Para ello se requiere despojarlos del poder político que lograron acumular durante décadas de enriquecimiento y de su representación en el Congreso, en el Gobierno Nacional y en las administraciones locales.

Un impuesto predial justo induciría a la explotación más intensiva de la tierra pues el que no logre el ingreso para pagarlo deberá vender sus tierras sobrantes al que sí esté dispuesto a explotarlas intensivamente.

Habría que desmontar la política agraria que se basó en el latifundismo empresarial y que distribuyó recursos públicos entre personas muy ricas. Habría también que reconstruir las instituciones públicas del campo que han sido devastadas por la incompetencia, la corrupción y la propia ilegalidad en algunos casos. El Incoder legalizaba terrenos mal habidos o les devolvía propiedades a los testaferros de los que habían sido expropiados. El ICA dejó de ser un instituto técnico para ser manejado por la politiquería. El Banco Agrario repartió préstamos a los latifundistas y policastros. Desapareció cualquier agencia de planificación agropecuaria y cundió la anarquía en torno a la protección del sector, seguida de súbitas importaciones masivas de alimentos. No se establecieron vínculos entre la academia y la agricultura. Como en muchas otras agencias del Estado colombiano, la idea de la administración Uribe era la de liquidar su papel de regulador también en el campo.

La ausencia de buena asistencia técnica, la concentración del crédito y la falta de una planificación mínima, o sea la fobia contra la tecnocracia, contribuyó también a que hubiera poco progreso agropecuario. Las excepciones fueron la palma africana y la caña de azúcar, generosamente regaladas con precios que castigaron a los consumidores y que obviamente favorecieron el aumento de su producción. Igual hubieran invertido con un mercado cautivo para el etanol y el biodiésel, así que fueron subsidios costosos y redundantes.

La reconstrucción del tejido social agrario pasa entonces por terminar con el conflicto interno y el combate al narcotráfico que lo alimenta. La devolución de las tierras abandonadas o usurpadas a sus legítimos dueños y el reparto de las propiedades mal habidas deben contribuir al logro de la paz social. La tecnificación de la gestión pública es otro desafío para un gobierno pulcro que invierta con eficiencia y equidad los recursos públicos y recupere así el crecimiento del sector agropecuario colombiano.

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Salomón Kalmanovitz"