domingo, 16 de enero de 2011

Editorial: Dos años para enmendar - Columnas y Editoriales de Colombia y el Mundo - ELTIEMPO.COM

Editorial: Dos años para enmendar - Columnas y Editoriales de Colombia y el Mundo - ELTIEMPO.COM:

"A mediados de la próxima semana se cumplirán dos años de la toma de juramento de Barack Hussein Obama como el presidente número 44 de la historia de Estados Unidos. Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde ese entonces y no toda en la dirección correcta. Así, el desgaste ha sido inevitable para un mandatario cuya elección constituyó un hito, tanto por su raza como por su origen pluriétnico, que incluyó el haber nacido en Hawái de una madre blanca y norteamericana y un padre negro oriundo de Kenia, para luego vivir casi un lustro en Indonesia.

El haber roto con todos los moldes previos le ha hecho difícil ganarse la confianza de una porción importante de la ciudadanía, que todavía lo considera demasiado foráneo. Pero quizás el inconveniente más grande que ha tenido el ex senador por el estado de Illinois es su dificultad para traducir en hechos reales las promesas realizadas durante la campaña que lo condujo a la Casa Blanca. De manera que la esperanza que supo transmitir en su momento y que llevó a millones de personas a entregarle los destinos del coloso del norte sigue sin concretarse.

En su favor hay que recordar que los obstáculos que ha enfrentado son formidables. Para comenzar, Obama recibió de su antecesor, George W. Bush, una pavorosa crisis económica, que puso en serios problemas a decenas de países, lo cual requirió la toma de medidas de emergencia para contener la hemorragia. La posibilidad de un cataclismo, que era real en el 2009, hoy se ve cada día más lejana, así unas cuantas naciones europeas sigan en medio de problemas serios.

Además, el presidente estadounidense encontró dos guerras perdidas -en Irak y Afganistán- sin una estrategia de salida clara y con un cuantioso desangre, tanto en términos de recursos como de vidas humanas. Manejar la debacle no ha sido fácil, si bien en el caso del Golfo Pérsico hay un programa de retiro de tropas en marcha. No obstante, la lucha contra los talibanes promete ser más larga y costosa de lo que se prevé, con escasas posibilidades de una victoria.

Como si lo anterior no fuera suficiente, el clima interno en Estados Unidos no es precisamente el mejor. Aparte de las sombras que acompañan una tasa de desempleo superior al 9 por ciento, existe una preocupante polarización, estimulada por los sectores radicales de derecha, que plantea serias inquietudes respecto al futuro de una sociedad que tuvo en la tolerancia y el respeto por los demás una de sus principales cualidades. Episodios como el de la trágica balacera de la semana pasada en Arizona, que dejó 6 muertos y 14 heridos, entre estos la congresista demócrata Gabrielle Giffords, han abierto interrogantes sobre el futuro, para los cuales no hay respuestas fáciles.

Uno de ellos es, precisamente, el de la manera de desarmar no solo los espíritus, algo que no es nada fácil en un país en el que sus habitantes son dueños de más de 300 millones de armas de fuego, en ejercicio de un derecho protegido constitucionalmente. Otro es el de moderar el volumen de la confrontación política y lograr consensos entre las bancadas demócrata y republicana. Quienes ven posible un resurgir de Obama creen que su mensaje de unidad acabará triunfando, por lo menos en la calma chicha previa al comienzo de la campaña presidencial del 2012.

Por tal motivo, es prematuro decir que el actual inquilino de la Casa Blanca tiene los días contados en el cargo. En la medida en que la economía mejore, como lo ha hecho levemente en los últimos meses, sus posibilidades de quedarse en la Presidencia subirán. También será determinante el manejo de los problemas nacionales, al igual que la recomposición efectiva de su equipo cercano, la cual ya tuvo lugar. Hace unos días, las encuestas mostraron que su nivel de aprobación había vuelto a pasar del 50 por ciento, algo que ayuda a recuperar su margen de maniobra.

La posibilidad de que el mandatario tome un segundo aire es vista más con indiferencia que con esperanza en América Latina. Y es que, tal como ocurrió con su predecesor, el mensaje que ha quedado claro en esta parte del continente es que la región no se encuentra dentro de las prioridades de Washington. Sin desconocer las giras o los acercamientos ocasionales de la Secretaria de Estado, lo que hay para mostrar es poco.

Es cierto que, frente al antagonismo de la era Bush, las cosas han cambiado, pero la desilusión sobre lo que pudo ser y no fue es grande. Adicionalmente, los funcionarios designados para seguir los asuntos del 'patio trasero' norteamericano se destacan por su mediocridad y la pobreza de sus planteamientos. Debido a ello, desde Ciudad de México hasta Buenos Aires, pasando por Brasilia o Lima, el énfasis está en tender puentes con el otro lado del Pacífico, pues cada vez los destinos de las naciones de ambos lados de ese océano están atados por eslabones más fuertes.

Episodios como el maltrato dado a Colombia y Panamá en relación con los respectivos tratados de libre comercio, que siguen en el limbo, han reiterado la impresión de que Latinoamérica tiene que buscar a sus mejores amigos en otras latitudes. Ignorar esa situación sería un error garrafal y estratégico para Barack Obama, quien todavía tiene dos años para enmendar una plana en la que sobresalen, en la región, más los errores que los aciertos.

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