domingo, 6 de junio de 2010

El futuro de los verdes | ELESPECTADOR.COM

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El futuro de los verdes

DE SER CIERTAS LAS EXPLICACIOnes de algunos encuestadores, preocupados como están por la poca credibilidad que les quedó después de no acertar en los resultados electorales de la primera vuelta...

DE SER CIERTAS LAS EXPLICACIOnes de algunos encuestadores, preocupados como están por la poca credibilidad que les quedó después de no acertar en los resultados electorales de la primera vuelta, el Partido Verde tendría alguna remota posibilidad de mejorar su votación el próximo 20 de julio. Han dicho que en la semana anterior a los comicios, cuando estaba prohibido divulgar encuestas, Juan Manuel Santos deshizo el supuesto empate técnico y le sacó a Antanas Mockus una diferencia tan considerable que por poco lo lleva a la Presidencia sin necesidad de una segunda vuelta. Bajo esa lógica, si en una semana todo cambió, la victoria del candidato del Partido de la U bien podría todavía ser rebatida en las urnas dentro de dos semanas.

No obstante esa lejana esperanza, el Partido Verde debe tener presente lo que está en juego. De las elecciones del fin de semana pasado surgieron algunas acusaciones peligrosas e injustas. Hay quienes insisten en que hubo inconsistencias, corrupción y hasta fraude para pasar a cuestionar, de manera por demás irresponsable, la legítima victoria de Juan Manuel Santos. Una visión atada a los esquemas de interpretación más radicales y perversos de la historia política, los mismos que en no pocas oportunidades lanzaron a las armas a quienes no creían en el sistema.

Las imprudentes descalificaciones circulan, en su mayoría, en redes sociales y espacios de opinión. Son llamados insistentes a la polarización. En general, reducciones dogmáticas de la realidad nacional. Lo que no significa que sus poco precavidas conclusiones no partan de premisas reales, como el apoyo expreso y la intervención indebida del presidente Uribe o la desinformación hacia beneficiarios de programas gubernamentales como Familias en Acción, que en criterio de reputados economistas le pudo representar a Santos hasta una tercera parte de sus votos.

Con todo, nadie puede obviar que el ex ministro de Defensa recibió el fuerte apoyo de una opinión libre e informada, aquella que se siente a gusto con las principales políticas del Presidente y desea su continuidad. Como tampoco que al candidato Mockus le faltó contundencia en el mensaje y se le vio errático, sin programa ni oratoria. Más de uno ve hoy a Mockus como un visionario, como un ser etéreo, acaso adelantado a su tiempo, que difícilmente podría dirigir el país. Tanto más con el lamentable espectáculo de su cierre de jornada, cuando sus desconsolados seguidores esperaban la guía de su líder y no a una especie de pastor carismático en festival.

Con todo, el Partido Verde tiene razones suficientes para celebrar y pensar en grande. Con los 3.120.000 votos obtenidos, duplicó la votación de la consulta interna del 14 de marzo, que ya había sido un éxito extraordinario. Se impuso al Partido Conservador, al Liberal, al Polo y a Cambio Radical. Movilizó a jóvenes usualmente indiferentes, dinamizó la política e introdujo en la agenda temas de índole ética que contradicen la lógica pragmática con que en los últimos años ha sido gobernado el país. Representa hoy la segunda fuerza política y su más importante tarea, más allá de la opción presidencial, es la de consolidarse como una alternativa real de poder en futuras elecciones, en especial las locales, que están a la vuelta de la esquina.

En ese sentido, la muy criticada decisión de esta semana de continuar el camino sin entrar en acuerdos de ocasión para dar la pelea por la Presidencia, si bien dificulta el camino inmediato y para muchos resulta arrogante, luce coherente con esa mirada de largo plazo como fuerza que quiere transformar la política. Difícil decir hoy si será un paso en falso, de terminar en una derrota estruendosa, o un camino sólido hacia la consolidación. Pero ciertamente vale la pena, cualquiera sea el resultado final, que esa semilla de esperanza que lograron despertar en tan poco tiempo no se diluya en un discurso sin el complemento necesario de un proyecto político claro y definido que realmente se pueda convertir en opción de poder.